Puerto del León – Olías

Desde Málaga, la ruta asciende entre montañas, dejando atrás el bullicio urbano. El camino se envuelve en silencio y pinares hasta coronar el Puerto del León, antes de un descenso sereno hacia Olías.

La subida al Puerto del León y la bajada por Olías conforman una de las rutas más emblemáticas para los ciclistas de carretera en Málaga. Con un desnivel acumulado considerable y vistas panorámicas del Mediterráneo y los Montes de Málaga, este recorrido desafía las piernas mientras recompensa con paisajes espectaculares y un descenso técnico y disfrutón. La primera parte de la ruta lleva a los ciclistas a través de un ascenso constante, ideal para trabajar la resistencia, seguido de un rápido descenso hacia Olías que pone a prueba la habilidad y la trazada.

El Puerto del León es un paso de montaña con gran valor histórico. Durante siglos, fue una de las principales vías de comunicación entre Málaga y el interior de Andalucía. Se dice que su nombre proviene de una antigua venta que tenía un león esculpido en piedra. La zona ha sido testigo del paso de comerciantes, viajeros y, en épocas más recientes, de ciclistas que buscan un reto en sus ascensos.

Este puerto también tuvo importancia estratégica durante la Guerra Civil Española, sirviendo como punto de vigilancia y defensa. Además, la carretera que lo atraviesa ha sido testigo de numerosas pruebas ciclistas, convirtiéndose en un referente para los amantes del ciclismo de carretera. A lo largo de los años, la dureza de su ascenso ha forjado el carácter de muchos ciclistas locales y visitantes que vienen a Málaga en busca de desafíos de altura.

Por otro lado, Olías es una pedanía de Málaga con raíces moriscas que sobrevivió a la rebelión de las Alpujarras en el siglo XVI. Su historia está marcada por la tradición agrícola y la producción de aceite de oliva, un tesoro local que ha perdurado a lo largo de los siglos. El pueblo, aunque pequeño, conserva su esencia andaluza con casas encaladas y paisajes de olivos y almendros que evocan tiempos pasados. En su iglesia y calles aún se respira la herencia de un pasado rico en historia y cultura.

Tras una dura jornada de pedaleo, la gastronomía malagueña ofrece un merecido premio. En esta zona, destacan platos tradicionales como el ajoblanco, una sopa fría de almendras y ajo perfecta para recuperar energía, y los platos de chivo lechal malagueño, una especialidad local. Además, en Olías se pueden encontrar pequeños restaurantes y ventas donde degustar embutidos caseros y el famoso pescaíto frito típico de la provincia.

Los ciclistas que se aventuran en esta ruta también pueden disfrutar de otros manjares como el gazpachuelo, una sopa caliente a base de pescado y mayonesa que es perfecta para reponer fuerzas. Los amantes de lo dulce no pueden dejar de probar los borrachuelos, un postre típico andaluz elaborado con masa frita y miel. Asimismo, los vinos dulces de Málaga, especialmente aquellos elaborados con uva moscatel, ofrecen el cierre perfecto para una comida tras una jornada de esfuerzo sobre la bicicleta. Y, por supuesto, no hay mejor manera de terminar la ruta que disfrutando de un espeto de sardinas en la costa malagueña, un auténtico emblema de la gastronomía local.

Los Montes de Málaga están cubiertos por un extenso bosque de pino carrasco, plantado en el siglo XX para combatir la erosión y proteger los acuíferos. Además, a lo largo de la ruta se pueden encontrar encinas, alcornoques y una gran variedad de matorrales mediterráneos como el lentisco, la jara y el romero, que perfuman el aire y acompañan al ciclista durante todo el trayecto.

En primavera, la floración del tomillo y el espliego tiñe de color los bordes del camino, atrayendo a mariposas y abejas que desempeñan un papel crucial en la polinización. En algunas zonas más umbrías, helechos y madreselvas trepan por las rocas y troncos, creando pequeños rincones de frescura natural. En los márgenes de los arroyos que cruzan el recorrido, los álamos y sauces ofrecen sombra y refugio a numerosas especies de aves y pequeños mamíferos.

El recorrido atraviesa los Montes de Málaga, un entorno natural donde es común avistar águilas culebreras, halcones peregrinos y distintos tipos de rapaces que sobrevuelan las alturas. En las zonas más frondosas, la presencia de jabalíes, zorros y camaleones es habitual, aunque suelen mantenerse alejados del bullicio de la carretera.

Además, en los arroyos que atraviesan la sierra, es posible encontrar nutrias, un indicativo de la buena calidad de las aguas. También abundan especies de aves más pequeñas como el carbonero, el herrerillo y el mirlo, que aportan una banda sonora natural al recorrido. Durante la primavera y el verano, el canto de las cigarras resuena entre los árboles, mientras que en las noches más tranquilas, el ulular de los búhos y mochuelos marca la presencia de estos sigilosos depredadores nocturnos.

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Desde las calles soleadas de Marbella, la ruta se interna en la Sierra Blanca, ascendiendo entre curvas suaves y pinares mediterráneos. El paso por Ojén abre la puerta a un entorno más salvaje y montañoso, donde el ascenso a El Juanar regala silencio, sombra y vistas amplias hacia la costa.

Desde el litoral junto al Parador de Golf, la ruta se aleja del mar para ascender por el interior. Entre campos y pueblos blancos, el trazado gana altura camino a Mijas, con vistas que alternan costa y montaña antes de regresar a Torremolinos.

Desde Málaga, la ruta asciende entre montañas, dejando atrás el bullicio urbano. El camino se envuelve en silencio y pinares hasta coronar el Puerto del León, antes de un descenso sereno hacia Olías.